Me ha contado Pepe Grillo
que Pinocho se lamenta
desde el día que ha dejado
de ser niño de madera.
Jugó el viernes un partido
de fútbol en la azotea:
era justo al mediodía
y él estaba sin remera.
¿Se imaginan qué desastre?
¡Ni siquiera una visera!
Se quedó todo ampollado
como raba en la aceitera.
Encima la muy taimada
de una abeja traicionera
lo picó justo debajo
de una oreja y se creyera
todo el mundo que Pinocho
¡pobre! andaba con paperas…
Gepeto muy asustado
lo llevó hasta el Hospital
pero yendo de camino
todo, todo lo hizo mal:
por temor a contagiarse
lo sostuvo de los pies
y el buen niño se mareara
por mirar todo al revés…
La cabeza de Pinocho
muy maltrecha rebotó
en trescientos escalones
(o quinientos, qué se yo)
¿nadie pudo reclamarle
al viejito su atención
y mostrarle que a un costado
dormitaba un ascensor?
Pero, esperen, no termina
aquí mismo la cuestión.
La enfermera lo obligara
sin ninguna dilación
a tomar la medicina
más agria de la nación.
Como si esto fuera poco,
pobrecito, le pinchó
los dos lados de la cola
y una enema le aplicó.
Pepe Grillo me ha contado
que Pinocho pataleó
cuando el hada se negara
a cumplir su petición.
¿qué preguntan? ¿no lo saben?
¡Es sin duda una obviedad!
¿Qué repita sus palabras,
aquí mismo, de verdad?
Está bien…no me atosiguen
¡no me tienen que gritar!
Mejor oigan a Pinocho
¡Yo me voy a descansar!
Hadita Azul, yo creía
que tú eras pura bondad.
Te lo pido de rodillas,
compungido ¡Ten piedad!
Sé muy bien lo que te digo:
¡No quiero ser de verdad!

Muy divertido, me encantó!
¡Gracias, Dani, por comentar siempre! Sos una linda total.
Me recordó al Duque, poema de José María Eguren, uno de los grandes de la poesía peruana. Hay en estas rimas no solo una historia infantil, sino algo de la esencia de la humanidad. Excelente.
¡Muchas gracias, José Luis! Me alegra mucho que te haya gustado 🙂