Un billete de Navidad le hacía cosquillas en el bolsillo. Se sentía feliz. Feliz por haberlo conseguido con su propio esfuerzo (cortar enredaderas y sacar yuyos, tender la cama, poner y levantar la mesa, dejar la ropa sucia en el lavadero y los zapatos guardados en el placard).
—¡Pero Joaquín! Gastar tus ahorros en un billete de lotería es tirar la plata! —le advirtió su mamá antes de que saliera a comprarlo.
—¡Si siempre me decís que hay que ganarse la lotería para comprar lo que yo quiero!
—Para que no pidas más de lo que tenés. Uno tiene que aceptar el destino que le tocó.
—¿Y no vale salir a buscarlo?
¿Cómo iba a decirle que no? Después de todo, eran sus ahorros. Así que la madre lo dejó comprar ese billete, sin saber que efectivamente aquello les cambiaría la vida. Sigue leyendo
