Campanadas

¡Qué belleza, qué flor, qué luz, qué fuego!
Su andar se ajusta al ritmo de la lira,
Hay en su voz la suavidad de un ruego.

(Carlos Guido Spano

santa felicitas

Felicitas es uno de esos fantasmas que no asustan tanto. Porque viste que hay fantasmas y fantasmas. Los que no te dejan dormir y los que apenas te hacen sentir una cosquilla adentro, como si te hubieras subido a una montaña rusa: una vez que bajás (que ya contaste la historia, digo) todo el susto que tenías se convierte en risa ¿nunca te pasó?

Tal vez es porque la historia me la contó mi abuela. Y viste cómo son las abuelas: lo último que quieren en el mundo es asustarte. A mí Felicitas, en realidad, me da pena. Primero por el nombre injusto que le dieron, porque mi abuela me contó que felicitas en latín significa afortunada. Y la pobre, de afortunada no tuvo ni un poquito. Y segundo porque su fantasma, dicen, se la pasa llorando. Y un fantasma llorando ¿a quién puede asustar?

Lo primero que tenés que saber es que Felicitas es un fantasma de verdad. Por lo menos, antes de ser fantasma, fue una persona de verdad. Y si no me creés,  buscala en internet. Vas a encontrar un montón de fotos de ella. Bueno, vivió hace tanto tiempo que no sé si son fotos o retratos o qué. Pero que vas a encontrarla, vas a encontrarla seguro. Sigue leyendo

Mundos enmarcados

René Magritte, LA CONDICIÖN HUMANA, 1935.

René Magritte, LA CONDICIÖN HUMANA, 1935.

Le juro, señor Director, es así: el cuadro hablaba. Es que hay que bancarse algo así. Imagínese, no cualquiera… Porque después uno tiene que seguir con su vida y volver a creer en el mundo real. Digo, bancarse la rutina del colegio y que le vengan a explicar a uno lo que es normal y lo que no.  Se lo digo con todo respeto, señor Director, fue por el bien de nuestra relación ¿me entiende? Si el cuadro hubiera quedado ahí, habríamos ido a la biblioteca para que usted mismo pudiera constatar… Y después ¿con qué autoridad, digame…? ¿Con qué autoridad podría venir usted a hablarme de las normas de convivencia en esta escuela?

Uno necesita parámetros ¿me explico? Uno necesita saber que hay cosas imposibles, si no es como que estás en un mundo equivocado. Como que no encajás. ¿Entiende que ese cuadro me estaba volviendo loco? Sí, ya sé, hay gente que puede hacer de estas cosas algo creativo. Es que yo no soy artista, ¿no ve? Siempre se me dieron mejor los números. Es que las experiencias esotéricas no se entienden con las ciencias duras. ¡Ah, si yo tuviera facilidad para escribir o para tocar algún instrumento…! Así, claro, hubiera sido más fácil.

Mire, a mi favor le diré que seguro Elsa Bornemman vivió algo parecido. Sí, sí: la escritora, digo. Es que en Lengua leímos un cuento suyo, sobre un cuadro ¿sabe? Y entonces yo me acordé de la pintura esa del Centro Cultural Recoleta. ¿Nunca escuchó la historia? ¿Pero en serio, me dice?  Una amiga de mi tía fue la que descubrió el cuadro. Sí, de verdad ¿cómo voy a mentirle a usted con una cosa así?

Mire para mí que Elsa Bornemman, seguro,  estuvo en esa exposición. Si usted de fija en la primera página del libro, ahí donde están todos los datos de dónde se publicó y cuándo y todas esas cosas, va a ver que la primera edición fue en 1988. Y mire, yo hice los cálculos y la fecha más o menos coincide. Porque la amiga de mi tía trabajó en el Centro Cultural Recoleta cuando yo todavía no había nacido.

No, no, yo no digo que el cuento de Bornemman sea una historia real. ¿Cómo voy a saber eso? Solo que tal vez se basó en ese cuadro y a partir de ahí inventó todo lo demás. Mire: le habrá puesto más o menos adornos a la historia, porque así son los escritores, pero ese cuento de cuento no tiene nada. Está basado en un hecho real. Real, como usted y yo. Como este despacho y esta escuela. Sigue leyendo