¡Qué bella trama, Tatú! (leyenda aymara)

 

            Pachamama contempla a sus criaturas. Siempre. Y lo mismo pasó aquella vez, tan importante para Tatú y para Zorro.

La fiesta era en luna llena. Todos en el Altiplano se preparaban para ir: los flamencos acicalaban sus plumas. La vicuña se cepillaba el pelo. El surí estiraba su cuello, para verse elegante. Los cóndores –fiu, fiu- practicaban su vuelo para dar un espectáculo esa noche, que habría luz.

─¡Hasta el lago estará bello! ─pensaba (¡pobre, Tatú!) que había visto qué bien le quedaba, al Titicaca, el resplandor de la luna.

Y Pachamama lo escuchó lamentarse por no tener plumas, ni pelo, ni cuello, ni alas que le permitieran lucirse en ningún vuelo, ni siquiera una piel que resplandeciera, como el agua, en noches de luna llena.

Pachamama jamás se entromete, pero sabe iluminar la mirada de sus criaturas. Y le hizo ver, entonces, una araña pequeñita a la entrada de su cueva. Iban y venían las patitas con rapidez, al ritmo de la disciplina, y una trama invisible se reveló a trasluz. ¡Una trama tan bella! Con hilos que parecían del agua del rocío. Tan resistentes, tan frágiles: a la vez.

─¡Me tejeré un manto! ─dijo Tatú, y la araña pequeña  se convirtió en maestra. Sigue leyendo