─¡Cirilo, vamos al acuario! ─le cuenta su papá. Y Cirilo corre a preparar su mochila. Mete el libro de vampiros (¡porque le encanta su libro de vampiros!) y 4 caramelos de frutilla.
─¿Te ayudo? ─le pregunta su mamá, todavía en camisón, desde la puerta de su cuarto. Y Cirilo la mira serio, muy serio, antes de decir bajito:
─¿Por qué no estás vestida?
─Ema está muy movediza, el doctor quiere que me quede en casa ─le contesta su mamá, tocándose la panza que cada día está más grandota.
─Mejor no quiero tener una hermanita ─le dice Cirilo antes de salir corriendo con su libro de vampiros y los 4 caramelos en la mochila: su papá ya puso el auto en marcha.
En el acuario ve muchos peces: hay uno parecido a Nemo; y otro rayado como una cebra; pero el que más le gusta tiene bigotes, como su papá.
─¡Mirá, Cirilo, toda una familia de tortugas!
Y Cirilo las ve bracear. Especialmente a las tortuguitas que van detrás. Una pasa por debajo de la otra. Mueven las patas despacito y el agua sube y baja, divertida.
─¡Están jugando! ─grita Cirilo, y su papá sonríe.
Cuando llegan a casa, Cirilo corre a abrazar a su mamá:
─¡Quiero que nazca Ema, para llevarla al acuario!
─¡Seguro, muy pronto iremos los 4! ─le dice su mamá. Y Cirilo se queda pensando en si a Ema le gustarán los libros de vampiros.



