La luna prisionera

En el inicio de los tiempos no había luna, ni tampoco estrellas. Por las noches, atemorizado por la oscuridad, Anku cerraba los ojos y se concentraba para escuchar el único ruido que reconocía, el de la cascada. Por eso le gustaba la primavera, porque entonces la nieve acumulada en la cima comenzaba a deshacerse y a bajar en forma de agua, entre las grietas de la montaña. Sigue leyendo

Un nuevo aroma en la tierra

Hace muchos, muchos años, cuando los hombres convivían sin pensar quién era dueño de qué tierra porque la tierra era del mundo y no del hombre, el hada Millaray se dejó ver por Lemunko, el hijo menor del cacique. Sigue leyendo