–¡Es el colmo de los males!–,
le decía a su mamá
la pobre Caperucita
que no deja de llorar.
¿Y ahora cuando alguien quiera
llamarla cómo lo hará?
¡Si ni ella sabe su nombre!,
¿cómo sabrán los demás?
–Yo soy para todo el mundo
Caperucita, nomás,
y saben que voy de rojo
pues rojo es todo el disfraz.
La pobre madre no sabe
de qué modo consolar
a la niña acongojada
por un error garrafal:
la célebre caperuza
que nunca deja de usar
nadó con la lavandina,
la que ha sabido matar
el rojo intenso del traje
que en rosa se quedará…
–Ay, mamita, qué tristeza–
la niña llorando está,
pues ha perdido en un tiempo
su traje y su identidad.

Ja, jaaaaaaaaaaaaaa, me encanto!!!!!. Hermosa♥
¡Gracias, Clau! Besazo,